15 de octubre de 2017

Los surcos del azar, de Paco Roca



Título: Los surcos del azar.
Autor: Paco Roca.
Páginas: 328.
Precio: 25€.
Editorial: Astiberri.









Siempre que tengo la oportunidad me reafirmo en esto: Paco Roca es de los mejores exponentes (por no decir el mejor) del tebeo español actual. Pero, a pesar de tener esto claro, me quedaba esta obra, una de sus más aclamadas, por leer. Ahora que lo he hecho, subsano el error escribiendo esta reseña para reparar daños igual que él dibujó este cómic para recuperar a unas personas olvidadas para la memoria colectiva.

El protagonista es Miguel, un anarquista español exiliado en 1939 por la victoria de Franco en España que emprenderá un largo camino. Desde las colonias de una Francia ocupada hasta las filas de la resistencia contra Hitler, Miguel deberá soportar durante su viaje el peso de la derrota española, pero al mismo tiempo llevará el fuego de la lucha contra el fascismo hasta el mismísimo París.

La historia se desarrolla en dos tiempos: el presente, en el que el autor trata de contactar con el anciano Miguel, y el pasado, en el que se nos cuenta el largo recorrido de Miguel desde su salida de España. Reconozco que este recurso me había parecido una mala decisión en los primeros momentos. En un principio porque, tras ese durísimo e impactante comienzo de la partida del puerto de Alicante, la historia del presente parecía más bien un lastre para esa acción mucho más atrapante que se desarrollaba en el pasado. Después, cuando fue avanzando, daba la impresión de que ese presente servía sobre todo para mostrar al lector más datos históricos que Paco Roca había recopilado y no había sabido meter en la historia de Miguel en primera persona. Y bueno, en parte es así.
En el puerto de Alicante.
Pero, tras los primeros capítulos, descubres que ese presente aporta mucho más. La relación entre Paco y Miguel es algo obvia y previsible, con uno acercándose al otro mientras el otro se muestra reacio a abrirse ante un extraño, pero que con el tiempo llevará a una amistad de mutua confianza gracias a la exploración del pasado. Se ve venir desde lejos, pero eso no quita para que vivas esta progresiva amistad como tuya, y este presente se convierta poco a poco de un lastre a una entrañable visita a ese renegado de la guerra de cuyas hazañas has conocido en las partes del pasado. Además, esos datos históricos que se añaden en las partes del presente mediante la conversación de Paco y Miguel no son únicamente detalles curiosos, suponen una mayor inmersión en el contexto gracias a un conocimiento de todas las perspectivas, incluso de aquellas que Miguel en aquél momento no podía tener.

Pero, sobre todo, la acción en presente sirve para enfatizar uno de los puntos claves de la creación de este cómic: el olvido de esta historia. Para esto sirven las visitas al viejo Miguel, para reconocerle como alguien cuyo papel en los libros de historia ha sido casi borrado y él mismo ha aceptado esto para dejar atrás lo que supuso una grave y dolorosa derrota. Cuando Paco se encuentra con Miguel está llegando al destino de esos surcos del azar sobre los que escribía Antonio Machado y que dan título al cómic, y al contar esos encuentros enfatiza el dolor presente en toda la historia, ya que muestra en primera persona cómo jamás se alcanzó la recompensa por la que siempre lucharon: la liberación de su tierra.
-Y usted, ¿de dónde es?
-De Canarias.
-¿Le gusta vivir aquí?
-El clima es una mierda.
-¿Y por qué no se volvió a España?
-No aguanto a los españoles.
-Una declaración de Miguel a Paco
que encierra el dolor de la pérdida.

Como ya he dicho, Paco Roca es uno de los grandes maestros del cómic, y lo vuelve a demostrar a la hora de narrar gráficamente esta historia. Sin grandes derroches de espectacularidad en el dibujo, consigue transmitir, especialmente en la segunda parte, una guerra sin épica. Las batallas son vulgares, sin sentido y con la cotidianidad de la muerte siempre presente. Además, obviamente, hay que reseñar el uso del color, que no sólo vale para ambientar en una oscuridad impropia esa brutal salida de Alicante o con un brillo esperanzador la liberación de París, también vemos el blanco y negro en que se sitúa el presente. Una monocromía que es casi una necesidad teniendo en cuenta lo que ya he comentado. El tiempo del color, de la ilusión y la lucha, ya ha pasado.

Eso sí, aunque haya comentado que las batallas carecen de épica, es inevitable la implicación del lector con la lucha de La Nueve, la brigada de Miguel dentro del ejército resistente francés, y que esto genere una sensación de grandeza en cada una de sus victorias. Y no viene construido por ensalzar a unos héroes ni por glorificar sus batallas. La imperfección, la suciedad y la disensión presente en estos desarrapados españoles exiliados consigue construir un ambiente de realidad que supera las barreras de una historia bélica convencional. No estamos siendo testigos de cómo se escribe la Historia, sino de cómo sucede en lo que apenas estará en las notas al pie. La perspectiva novedosa de unos héroes olvidados consigue reforzar la identificación con el lector de una forma que Paco Roca domina a la perfección.

Por eso, porque Roca es un experto en lograr esa implicación emocional con los personajes que nos presenta, me sorprende más que no haya conectado con la historia de amor entre Miguel y Estrella. Da la sensación de que ésta atropella la historia hacia el final. Es necesaria claramente para cerrar el círculo en torno a Miguel y cómo se transformó en la persona que después Paco entrevista, pero tengo la sensación de que su desarrollo es muy tenue. Y eso que Estrella me parece un personaje muy bien escrito y que resulta muy atractivo, pero la relación entre ella y Miguel, sin estar mal, no consigue implicarme tanto como el resto de la historia. Supongo que era algo difícil de hacer en tan poco tiempo y habría sido necesario tal vez dedicarle más páginas.
La bandera republicana en
los Campos Elíseos
no llega a ser el final de esta historia.
No obstante, a pesar de los pequeños peros argumentales que le pueda poner, lo cierto es que Los surcos del azar sigue siendo una obra maestra del cómic español que además, como afirma Javier Pérez Andújar, recupera una parte de España que ha sido amputada de la Historia y también del presente. Algunas de esas pequeñas objeciones me hacen no darle la máxima nota, pero a pesar de todo es un cómic recomendable, de enorme calidad y muy necesario por lo que supone de reconocimiento histórico a quienes lucharon por la libertad.


PUNTUACIÓN:
Ω Ω Ω Ω

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